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Violencia y salud mental

La idea del público, subrayada por los medios de comunicación, de que la enfermedad mental está íntimamente relacionada con la violencia no tiene bases científicas. La gran mayoría de los enfermos mentales no cometen nunca actos violentos y en general no son más peligrosos que los individuos sanos de la misma población. Los enfermos con esquizofrenia se caracterizan por una incidencia ligeramente elevada de delitos violentos pero es probable que sólo cometan este tipo de delitos quienes no están en tratamiento o se medican de forma inadecuada.

Entre los factores de riesgo de violencia, tanto en la población sana como en personas con esquizofrenia, se incluyen los siguientes: sexo masculino, desintegración social, antecedentes de comportamiento violento y alcoholismo o drogadicción. Un síntoma importante que aumenta el riesgo de actuar de forma violenta es la idea delirante de que la propia vida está siendo amenazada. El tratamiento adecuado de este tipo de síntomas reduce al mínimo el riesgo. Los pacientes con esquizofrenia que abusan del alcohol o de sustancias tienen más posibilidades de infringir la ley; sin embargo, su perfil de comportamiento delictivo es el mismo que el de los que no padecen esquizofrenia y son también alcohólicos o drogadictos.

La mayoría de los delitos cometidos por personas que padecen esquizofrenia consisten en delitos menores contra la propiedad, relacionadas con la supervivencia. En realidad, es más probable que las personas con esquizofrenia sean víctimas a que sean autores de malos tratos o violencia. Los delitos violentos cometidos por pacientes con esquizofrenia no responden a los mismos motivos ni tienen como objeto las mismas víctimas que los realizados por las personas mentalmente sanas. Las víctimas más probables de la violencia de un enfermo mental son la pareja y los familiares, seguidos por las figuras que representan la autoridad, tales como políticos, médicos y jueces.

En la opinión pública existe una estrecha relación entre trastorno mental y violencia. Esta noción se ve favorecida por una combinación de factores: los reportajes sensacionalistas que publican los medios de comunicación siempre que un antiguo paciente mental comete un acto violento, el mal uso popular de términos psiquiátricos (como "psicótico" y "psicopático") y la explotación de estereotipos reduccionistas por parte de los medios de comunicación. El público justifica así su miedo y su rechazo a los enfermos mentales y trata de segregarlos de la comunidad, porque les presupone peligrosos.

La experiencia de las personas con trastornos psiquiátricos y de sus familiares ofrece una imagen radicalmente distinta del estereotipo. Los resultados de varios proyectos de investigación recientes realizados a gran escala concluyen que en la comunidad sólo existe una débil asociación entre los trastornos mentales y la violencia. Los actos violentos graves cometidos por personas con trastornos mentales importantes aparecen concentrados en una pequeña fracción del número total de pacientes especialmente en alcohólicos y drogadictos.

La forma de reducir cualquier relación existente entre violencia y trastorno mental pasa por facilitar el acceso a tratamientos de calidad, como programas basados en miembros de un mismo grupo social, y por eliminar la estigmatización y la discriminación, cargas añadidas que desaniman, provocan y penalizan a los que buscan y reciben ayuda por su discapacidad.

 


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La idea de que la enfermedad mental está íntimamente relacionada con la violencia no tiene bases científicas

 

Es más probable que las personas con esquizofrenia sean víctimas a que sean autores de malos tratos o violencia

 

La forma de reducir la relación entre violencia y trastorno mental pasa por facilitar el acceso a tratamientos de calidad y por eliminar la estigmatización y la discriminación

 

La violencia relacionada con la enfermedad obedece a la falta de tratamiento adecuado, apoyo y aceptación

   
Lilly